Jorge Clemente interpreta a Manu en ‘La Pecera de Eva’
Manu tiene aspecto aniñado, pero tras él hay una seguridad que haría temblar a cualquiera. Y es que Manu cree en Dios y no se avergüenza de decirlo delante de sus compañeros, a pesar de que eso le convierta en el marginado del instituto.
Es un chico modelo: saca buenas notas, siempre está dispuesto a ayudar, en casa no da problemas, es muy educado y le encanta cuidar de su abuela e ir con ella a misa. Manu es el sueño de cualquier padre y profesor.
Cuando habla, a pesar de su candidez y su lenguaje infantil, es directo y se nota que sabe lo que dice. Lo hace despacio, como si estuviese en calma, y esa calma se refleja en todos sus movimientos. Mira siempre a los ojos porque está seguro y se siente fuerte. A veces parece un hombre metido en el cuerpo de un adolescente, y eso le da una comicidad que resulta simpática y tierna. Los pantalones de pinzas, las camisas abrochadas hasta el último botón y la raya perfecta en el pelo ayudan a conformar esta imagen.
Los chavales de hoy en día admiran a Cristiano Ronaldo o a Justin Timberlake, pero el modelo a seguir de Manu es Jesús. Sólo con pensar en todo lo que hizo, se le ponen los pelos de punta. Y se ha dado cuenta de que él tiene que seguir sus pasos, aunque sea a muy pequeña escala, es decir, en su instituto. Sabe que no puede obligar a nadie a hacer algo que no quiera y que las cosas no se consiguen mediante la fuerza, así que sus armas serán la comprensión y la paciencia.
Manu sufre mucho, porque siempre se topa con el rechazo y la incomprensión. En su casa, sus padres le quieren y están orgullosos de haber criado a un niño tan inteligente y sensible, pero no pueden evitar sentir una gran brecha entre ellos y Manu. Pero la peor parte es en el instituto. Manu dice que no le importa, que lo más duro es la frustración de ver cómo sus compañeros se dedican a desoír todas las enseñanzas de Jesús. Pero, por muy diferente que sea del resto, ¿es posible que a un chico de 14 años no le afecte absolutamente nada estar todo el día solo?
Y es que hay algo raro en esta exagerada fe de Manu: el chico niega sus propios sentimientos y necesidades, típicas de cualquier chaval de su edad, reprimiéndose a sí mismo lo que su cuerpo y mente de catorce años le piden. Dice que las chicas no le interesan en absoluto y rechaza los hábitos de su generación: las drogas, el botellón, las relaciones sexuales, la falta de respeto a la autoridad… Él parece salido directamente del siglo XIX, cuando la conducta de los jóvenes era recta porque no podría ser de otra manera.
¿Por qué un chico renegaría de su propia naturaleza? ¿Qué puede asustarle tanto como para hacerle querer convertirse en alguien diferente a quien realmente es? Al principio Pep se sentirá desconcertado con Manu, pues el chico le hará ver que no sólo no tiene ningún problema, sino que de hecho es feliz con sus fuertes convicciones religiosas. Y que si es él la que ve problema, es él la que tiene que solucionarlo solo. Pero pronto surgirán los conflictos en Manu: peleas, enfrentamientos con los profesores, tentaciones… Pep acabará ayudando a Manu a entender que la fe no puede ser un mecanismo de defensa, y que debe encontrar un equilibrio entre sus creencias y su verdadera identidad.
Fuente: Telecinco